El 23 de febrero por la noche, por una intuición, decidí ir a supermercado para abastecerme de comida y artículos de primera necesidad, debido a las constantes amenazas de Rusia de invadir Ucrania, amenazas que hasta el momento la mayoría de los ucranianos no tomaban en serio.
En la fila de la caja la gente me miraba con extrañeza ya que era el único que llevaba una enorme cantidad de productos en el carro.
Mientras hacía la fila sentía un nudo en el estómago y un malestar similar cuando se acerca un resfrío.
Después de salir del supermercado decidí sacar dinero del cajero, una excelente decisión ya que en las siguientes semanas tanto los bancos como los cajeros automáticos dejarían de funcionar.
De todas formas nada me había preparado para despertar la madrugada del 24 de febrero con sonidos de explosiones a la distancia. Putin había invadido Ucrania y una guerra larga y sangrienta cambiaría mi vida para siempre.
En los primeros días de la guerra comienza la etapa de negación, luego la aceptación, la confusión y por último la decisión, de quedarse o huir, yo decidí quedarme.
En los primeros días de negación, uno se va a dormir con la esperanza de que al despertar todo haya sido sólo una pesadilla, un mal sueño, pero los días pasan y sólo queda aceptar la realidad, y buscar la forma de ser lo más útil posible para aquellos que necesitan ayuda.
Cuando por fin logras aceptar que estas en medio de una guerra, la negación y el miedo se desvanecen pero aparece la confusión mental donde las cosas más sencillas como prepararse el desayuno se convierten en tareas casi imposibles de realizar. El tiempo se detiene, ya no importa si es de día o de noche, todo se vuelve surreal, es como estar dentro de una mala película que no tiene final.
Una de las primeras cosas me ayudó a sobrellevar la situación es darte cuenta que las cosas materiales pierden por completo su valor, de esta forma puedes tomar decisiones rápidas y acertadas. El bienestar de Luna y Khan, mis dos compañeros de cuatro patas, era mi mayor preocupación.
A medida que transcurrían los días y sonaban las sirenas de ataques aéreos, no tenía otra opción que dormir y en ocasiones trabajar en el baño de mi apartamento o en el sótano del edificio, que para suerte de todos los vecinos era un lugar bastante seguro.
En cuestión de horas comencé a conocer mis vecinos, a muchos de ellos ni siquiera los había visto en el ascensor, pero al pasar tantas horas juntos en un sótano húmedo y frío se crea una cierta cercanía casi como si fueran familiares o amigos cercanos.
En el sótano todo es de todos, comida, mantas, linternas, colchones, etc. Además en cuestión de horas estábamos organizados para asegurar la zona del edificio y hacer turnos de vigilancia, ya que durante los primeros días de la guerra aparecieron muchos infiltrados rusos cuyo trabajo era marcar todo tipo de objetivos, ya sean civiles, militares o gubernamentales para ser destruidos por bombas y misiles.
Para los niños del edificio esto era sólo un juego, si bien algunos a su corta edad comprendían la situación, eso no les impedía jugar y divertirse como si esta fuera parte de una gran aventura.
Continuará...
Continuará...
En el refugio anti bombas los niños dibujaron un mural donde se puede leer "Slava Ukrayini" que en ucraniano significa "Gloria a Ucrania" Fotografías tomadas dentro del sótano del edificio |
0 Comentarios