Escape de Kiev hacia el oeste de Ucrania

 La primera semana de marzo el ejército ruso se encontraba a unos 10 o 15 km del distrito de Obolon, un barrio residencial en la zona norte de Kiev, donde vivo desde 2016, y lugar por donde se suponía iban a ingresar las tropas rusas.
Durante esa semana lo bombardeos en Kiev fueron diarios e indiscriminados, fui testigo de cómo un misil alcanzó la antena de un canal de televisión local justo cuando me dirigía al supermercado en busca de pan con una vecina del edificio.
Por cosas del destino me había mudado a otro apartamento un año atrás cuando vi en las noticias que un misil había destruido el edificio que se encontraba al lado de mi antigua vivienda.
Por supuesto que ninguna de estas dos experiencias las compartí con mi familia para evitar mayores preocupaciones.

El edificio donde viví por un año en la calle Bohatyrska # 14 se ubica justo detrás del que fue alcanzado por el misil ruso. Una persona murió y diez resultaron gravemente heridas.

Aún así estaba decidido a quedarme en Kiev hasta las últimas consecuencias pese a que había prometido a mi familia que saldría de Kiev hacia el oeste a casa una buena amiga que me ofreció refugio en su casa.

Proveerse de comida era cada vez más difícil, los supermercados estaba prácticamente vacíos, si alguien conseguía pan podía considerase muy afortunado, y la sensación de comer un rico pan fresco era muy gratificante, es entonces cuando te das cuenta que en la vida diaria uno da muchas cosas por sentadas, y que jamás pensarías que algún día te llegarían a faltar.

En Kiev hay mucha gente de la tercera edad que vive sola y con jubilaciones que apenas dan para comprar lo justo y necesario, por lo que podía ver muchas "babuci" (abuelas) comprando pan o unas cuantas papas porque en los estantes de comida sólo quedaba productos inaccesibles como atún importado, salmón, y pescados noruegos envasados al vacío cuyos precios estaban fuera del alcance de la mayoría de las personas comunes. Entonces decidí ir a supermercado por las mañanas y quedarme a lado de la caja y repartir latas de atún a aquellas abuelitas que en su bolsas llevaban unas cuantas papas y algunas verduras, también repartía chocolates, para poder endulzar un poco el trago amargo que estábamos viviendo.

La mañana del 8 de marzo desperté con la noticia que mi hermana, desde Bolivia y a través de una amiga abogada que tiene relaciones laborales con un estudio jurídico en Kiev, me había conseguido un transporte para abandonar Kiev hacia el oeste de Ucrania, algo que yo aseguraba a mi familia que iba a hacer, pero que en realidad no estaba en mis planes.

En pocos minutos alisté una maleta con ropa, logré a duras penas meter a mi gato en un maletín porque aún era un poco salvaje ya que lo había rescatado de la calle casi adulto y sufría de "agorafobia felina", le daba terror salir del apartamento. Por otro lado mi valiente y aventurera perrita Luna, que ha recorrido más kilómetros en su vida que muchos humanos, estaba lista como siempre, para ir a donde su padre la lleve, además que una de sus mayores alegrías son los viajes en auto.

Khan, tranquilo como si intuyera lo que sucede.

Luna, feliz como siempre y lista para la siguiente aventura.

Siguiente parada....Lanivtisi







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